lunes, 13 de mayo de 2013

YO EXPUSE EN EL REINA SOFÍA (primera parte)


En el transcurso del año 2005 y 2006, me invadió un impulso que creo muy natural en el corazón de todo artista: Acercar la obra a los ojos de la gente. 

Pero mi propósito tenía una particularidad, el entorno tendría que ser máximamente visible y propicio. Entonces, decidí exponer en el Museo Reina Sofia. Este reflejo de apertura a la opinión popular respondía en su matriz,  a la intención de airear mi trabajo y de forma pareja, intentar provocar el comercio que me diera la posibilidad de venta y profusión.

Allí me ocurrieron diversas experiencias, las cuales me dispongo a narrar.

Pues bien, como digo, mi arte se quiso hacer callejero y accesible a los ojos del ciudadano, para las retinas interesadas y abiertas al arte, y para las que no.

Tomaba un carrito en el cual transportaba obra variada en formato y expresión. Cuadros montados en bastidor y también una carpeta con piezas realizadas sobre papel o cartón, una carga material que no poco me costaba trasladar desde mi estudio. Normalmente elegía los fines de semana, por su afluencia, y por la condición de gratuidad que ofrecía (y ofrece) el Museo Reina Sofia los sábados por la tarde y Domingos por la mañana. Incluso tuve la oportunidad de coincidir con ferias pictóricas itinerantes que asentaban sus puestos a los pies del museo y con las que tuve que confrontarme, ya que sus organizadores, respaldados en su condición de “pagadores del terreno”, trataban de abortar mi exposición, cuando yo estaba allí cada fin de semana y algunos días de diario, con o sin feria itinerante, ejerciendo el libre uso del entorno urbano, sin estar sujeto a ningún tipo de organización o colectivo. 

También coincidí con la gran exposición de Picasso, la cual me permitió, debido a su enorme reclamo popular (acontecimiento que generó de manera muy similar a lo queocurrió con la exposición de Dalí, la visita de miles de personas soportando interminables colas para disfrutar de la muestra) hacer visible a cada uno de los transeúntes esa parte de mi trabajo que sacaba a la luz de la interperie. Me situaba en un lugar estratégico, una posición que no daba opción a todo el que pretendía acceder al museo salvarse en su paso, de mi propuesta. Aunque en este caso, para mi sorpresa y decepción, pude comprobar tras el desfile masivo de gentes frente la presencia de mis pinturas, que pocos, muy pocos, de los que supuestamente se acercan a los museos buscando el consumo y conocimiento de arte, se dignaban a posar sus miradas de manera objetiva en la obra de un joven pintor que estaba compartiendo el fruto de su instinto artístico, en plena calle. Yo pensaba, quizá pecando de ingenuidad, que el artista que lucha por la presencia de su trabajo, que busca un hueco y comparte de forma tan accesible, habría contado con un apoyo, curiosidad, una mirada especial, o una voluntad de consideración. 
De esta impresión sumé una reflexión: “El futuro tendrá que acoger a los nuevos artistas, porque en el futuro también se tendrán que celebrar exposiciones de los artistas del presente, ¿qué será de ellos, y de la cultura, si son ignorados de manera tan evidente ante los monstruos ya muertos e hiper-consagrados?”, pero el groso de visitantes, pude entender, estaban convocados por la oferta de ocio, es decir, familias enteras incluidos carritos de bebés, formaban una nutrida presencia popular, que se vieron arrastrados en su mayoría no por el interés real en el arte, sino por la fiebre que genera el marketing de las instituciones culturales que aprovechan la grandeza de los grandes, para generar las grandes recaudaciones…¿Pero qué niño no sabe reconocer una obra de Picasso? La percepción popular es así, “si Picasso es tan famoso, aunque no me guste la pintura, habrá  que ir a verlo”. Evidentemente, admiro con sinceridad a los super-artistas del siglo pasado y de todos los tiempos, pero me atrevo a sugerir a pesar de esto, la saludable postura de seguir viviendo el presente que construye el futuro, es decir,  cuestionar la idea de  continuar explotando eternamente las glorias del pasado. Miles de artistas necesitan las condiciones y el apoyo suficiente para que desarrollen su creación, y que quien sabe, quizá sean las piezas fundamentales que garanticen la estructura de la cultura presente, y por ende, las del futuro. Y la cultura como ente vivo, necesita evolucionar y mudar constantemente de piel.

No obstante, éste es tan solo un aspecto de mi experiencia a las puertas del Reina Sofía, pues debo decir que en otras ocasiones, tuve también la fortuna de ser valorado y experimentar la venta (a “precios de calle”) de buena cantidad de obras, con la gracia añadida para mi contento, que muchas de esas pinturas vendidas, viajaban a otros lugares. Desde las aceras de Madrid, estaba difundiéndome por países como Italia, Francia, Alemania, India, Japón, México, U.S.A…y otras procedencias turísticas que dejo en el tintero, como también dejo para una próxima entrega, la continuación de mis experiencias de aquel momento en el que decidí exponer a las faldas de nuestro museo madrileño por excelencia, del arte moderno y contemporáneo.

1 comentario:

  1. El arte es algo que se siente,se expresa y a veces llega o no llega a los demás, pero en mi opinión, el arte se lleva dentro,y no se es más artistas por que lo diga mucha gente. Se es o no se es, siempre, el reconocimiento de ese arte, ya es otro tema....más complejo.¡Ánimo!

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